Hay calles que he recorrido
Y noches que ya he soñado.
Hay veces en que me aprietan
Los zapatos,
Y veces en que despierto de madrugada
Y puedo sentir que la mirada
Que se pierde, sentada a la mesa, insomne,
Es sólo tu ausencia.
Living la vida perro
Hay calles que he recorrido
Y noches que ya he soñado.
Hay veces en que me aprietan
Los zapatos,
Y veces en que despierto de madrugada
Y puedo sentir que la mirada
Que se pierde, sentada a la mesa, insomne,
Es sólo tu ausencia.
Transcurridos los días,
las noches se vuelven perpetuas.
Transcurridos los días,
las voces resuenan macabras,
los sentimientos análogos,
y la vida resulta cansada.
Podría pensar en todo
y a la vez decir nada,
dejar que las horas vayan avanzando
hasta que la costumbre las cubra con el manto
suave de la indiferencia.
Y he aquí que,
no hay espacio para nosotros,
no podemos llegar a ningún lado,
estamos como perdidos, sin puerto.
Pero quién puede decir lo contrario,
a lo que se ha dicho antes:
vueltas y vueltas para terminar en los mismo.
Desde Ítaca se observa Ogigia,
¿será que Calipso desea ser Penélope?
¿O es Penélope la que todas las noches sueña con Circe?
Podemos quedarnos quietos,
podemos movernos,
o sólo, podemos ser errantes,
como barcos sin puerto,
como Ulises sin patria,
sin compañeros.
Lentamente
Todo deviene en desastre
Ser Yo
Es un descenso a los infiernos
Porque sin importar
Nafa
Todo lo convierto
En desastres
quizá
las flores no crecen como debieran,
quizá el miedo siempre es algo presente
y,
quizá,
no basta cerrar los ojos y fingir que nada pasa.
Quizá.
Quizá sólo se trata de seguir adelante,
de no pensar
y sólo estar en el cuerpo,
en
tu
cuerpo.
Un sentido que no es el mío
con palabras que no son las mías:
como deseando no volver,
no detenerse y mirar atrás,
ni revirado, convertir las naves en casa –
las ánimas de los muertos habitan en los barcos hundidos-
para después volver como si nada.
Un sentido que no es el mío
con palabras que no son las mías:
como deseando volver,
detenerse y quedarse quieto en el espacio,
con la mirada perdida
y la vida extraviada…
¿Será que cuando te miro me miro?
¿Será que tus ojos son mis ojos?
¿Será que el aire que respiro es el aire del mar?
Un sentido que no es el mío,
en palabras que sí con las mías:
como deseando volverse a mirar por encima del hombro,
como deseando volver la cabeza,
como deseando haber nacido diez minutos antes,
o tal vez,
quedarse 10 minutos más,
sólo un momento más,
para que las palabras que se han dicho,
tengan algún sentido.
Abrí los ojos
Y descubrí el mundo.
Una vez y otra vez,
Entre latido y latido,
Entre inhalación y exhalación,
Entre las palabras que te digo
Y los silencios que me guardo,
Entre salir y entrar de nuevo,
En ese punto donde cambia
Lo binario,
Ahí,
Quiero quedarme.
Lo último que vi fueron tus ojos
detrás del cristal del metro,
deseando
Y yo estaba ahí, también,
deseando.
Porque un momento de felicidad
que se rompe
puede dar origen
a una nueva historia.
Supongo que por pura estadística,
no deberíamos guardar esperanza.
Por pura estadística, cada letra, cada palabra
se hundirá en el abismo del olvido y la entropía,
y no tiene caso, voltear la mirada
para buscar otra mirada vacía.
Por pura estadística,
sólo me queda ver pasar pixeles