Son casi las doce de la noche.
Estoy sentado como hacía mucho tiempo no, escuchando y percibiendo el sonido de mis respiraciones: centrado en la nulidad de mis pensamientos, llego a las conclusiones. ¿Qué conclusiones? Las que sean, porque de a poco uno dice sin decir, y no dice nada. Se cantinflea y se cantinea un poco, porque siempre es divertido dejar que los dedos escurran palabras, así sean galimatías. Así, galimatías. Y quizá se juegue un poco al shitori, encadenando las palabras como si fuesen el alfa y el omega.
Y todo porque he decido regresar. Reescribir mi propia vida, mis propias palabras. ¿Quién puede negarme el derecho a inventar nuevos usos y nuevas voces, de cronicar mi propia existencia. Quizá así, y sólo así, logre encontrar las comas que den sentido a la vida.