Sábado siete de la mañana. He despertado sin despertar. Lleno de pensamientos, de asociaciones, de temores. A veces, cuando esto sucede, volteo la mirada y vuelvo a dormir. Rechazo la vida, rechazo mi vida y rechazo a la vida: ¿quién puede culparme de eso? Al dormir no hay dolor y no hay recuerdos, no hay palabras. …
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Puedes compartir tu cama con alguien. O algo. Puedes dormir al lado de quien amas, o de quien odias, o de quien te obliga. Puedes dormir con tu perro, tu gato, tus peluches o tu laptop. Puedes abrazar tu almohada, o tu amante, o dormir de la mano de tu teléfono. Puedes compartir tu cama. …
Soy
La razón por la cual nos aferramos tanto al juego es que a veces ganas, después de que pierdes la mayoría de las veces. Una victoria pírrica, sin sentido, absurda. Porque saber no es conocer, y a veces quisiera regresar al punto en el cual, la ignorancia placentera mantenía mi vida tranquila.
Puedes iniciar muchas veces, pero sólo se comienza una vez.
Son casi las doce de la noche. Estoy sentado como hacía mucho tiempo no, escuchando y percibiendo el sonido de mis respiraciones: centrado en la nulidad de mis pensamientos, llego a las conclusiones. ¿Qué conclusiones? Las que sean, porque de a poco uno dice sin decir, y no dice nada. Se cantinflea y se cantinea …
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El fin del mundo
El fin del mundo llega sin palabras. El fin del mundo es una imagen puesta a la vista de los ojos, en un escritorio que ni siquiera existe. Pero está ahí, recordándome una y otra vez la materialidad del alma. La materialidad de tus ojos, tus ojos que sólo pueden ser vistos desde la orilla …
A la orilla del mundo
Supongo que tarde o temprano nacería de nuevo, en mí, la necesidad de plasmar con letras las palabras. Es decir, las cosas que de una u otra manera se quedarían guardadas en el fondo de mi cabeza, de repente se encuentran arrojadas a una hoja, un teclado, algo. Porque una y otra vez me voy …