Sábado siete de la mañana. He despertado sin despertar. Lleno de pensamientos, de asociaciones, de temores. A veces, cuando esto sucede, volteo la mirada y vuelvo a dormir. Rechazo la vida, rechazo mi vida y rechazo a la vida: ¿quién puede culparme de eso? Al dormir no hay dolor y no hay recuerdos, no hay palabras. Pero en otras ocasiones, como hoy, sólo abro los ojos y me quedo aquí, sin moverme, sin sentir otra cosa que el vacío que se extiende a ambos lados de la cama. Escucho mi propia respiración y me olvidó de mi propio cuerpo. Pero no me olvido de ti.