A la orilla del mundo

Supongo que tarde o temprano nacería de nuevo, en mí, la necesidad de plasmar con letras las palabras. Es decir, las cosas que de una u otra manera se quedarían guardadas en el fondo de mi cabeza, de repente se encuentran arrojadas a una hoja, un teclado, algo. Porque una y otra vez me voy volviendo más loco y solo, más monje y más idólatra, más y menos humano…

Porque la maldita esperanza del estar a la orilla del mundo, en el fin del mundo y los confines de la tierra… me lleva a concentrarme en los espejos de la casa de la risa.

No hay más tonto que el que no se sabe, no hay más loco que el que está cuerdo

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